Si crear problemas a los demás es nocivo, qué decir de las veces en que el gran obstáculo para nuestro éxito somos nosotros mismos. A menudo nos convertimos en cómplices de nuestro propio “no se puede”, “no voy a poder”, “me van a decir que no”.
Nuevamente convertimos situaciones en problemas, pero en este caso, nos creamos los problemas nosotros mismos. Tenemos expectativas, estereotipos, puntos de vistas anticipados que se convierten en obstáculos para nuestro desarrollo. Tanto así, que no necesitamos las negativas de los demás, ni nos afectan problemas ajenos, sino que construimos barreras, complejos, subvaloraciones, y nos autolimitamos. Nos vestimos con el traje de víctimas para que alguien se compadezca, lo que impide que maduremos.
Es muy importante entonces identificar con rapidez cuando estamos apoyando nuestros sueños, cuando somos proactivos, recursivos, pero sobre todo, cuando nos autosaboteamos, y cuando buscamos cualquier excusa para convertir una situación irrelevante en un enorme problema personal.
Como reflexión final, pregúntese a sí mismo: ¿He sido en algún momento mi peor enemigo?